El autor recuerda las condiciones del nacimiento y desarrollo en Francia, a partir de su creación en 1967, de la asignatura universitaria llamada “ciencias de la educación”. Señala que la filosofía, excluida en el mismo título, poco a poco ha ido imponiéndose a través de las cuestiones de tipo antropológico que vinieron planteándose de manera imprescindible y no dejan de plantearse a la educación. Propone la idea de que, estructuralmente, la reflexión sobre educación no puede prescindir de la dimensión filosófica.